"El toreo es un acto de fe: en el arte, en el juego, en Dios." José Bergamín

"El toreo es la riqueza poética y vital mayor de España." Federico García Lorca

"El toreo es un arte misterioso, mitad vicio y mitad ballet..." Camilo José Cela

"El toreo es el único arte que juega con la muerte." Henry de Montherland

"Se torea como se es" Juan Belmonte

martes, 22 de octubre de 2013

Historia tercio de banderillas

Así como el primer tercio tiene como finalidad el castigo y quebranto del toro, el segundo tiene como fin reanimarle o alegrarle, excitándole sin restarle fuerza, pero esto no se cumple del todo por el excesivo numero de capotazos y recortes que recibe, aún así el arponcillo hace su función. 
En un principio, cuando no se diferenciaban los períodos de la lidia se clavaban de una en una, estamos hablando del año 1726, cuando se publica la cartilla de Novelli. En el resumen de la cartilla de Osuna hecho por García Baragaña, publicado en 1750 se habla de ambos sistemas de banderillear, por esto podemos decir que en esta fecha se alternaban ambos métodos. 
Cuando Carnicero hace grabar su serie de suertes del toreo, en 1790, no solo se colocaban a pares sino que formaban un período de la lidia perfectamente diferenciado. 
El cometido de banderillear está encomendado a los peones, a quienes también se les llama banderilleros, aunque a veces con carácter de lucimiento lo realiza el espada. Los subalternos antes guardaban un orden de antigüedad pero no se le ha dado la importancia como en otras suertes. 

El numero de pares que se debian colocar estaban, como toda la lidia, al arbitrio del magistrado, pero no se sabe exactamente cual es el numero aproximado. El primitivo reglamento de don Melchor Ordoñez tampoco da luces sobre este extremo. El de 1880 aporta una disposición curiosa que dio lugar a conflictos, se repetia la suerte cuando un compañero de tanda se retrasaba. 
El reglamento de 1917 todavía conserva este precepto, aunque confiando al director de lidia y al presidente decidir si se corria el turno.
El de 1923 habla por primera vez del numero de pares que debe ponerse a cada toro, en su artículo nº 74, pero dice que sigue quedando al arbitrio del presidente. Aunque el reglamento vigente tampoco habla del numero concreto, la costumbre ha hecho que se pongan tres pares, o seis banderillas, si se cae alguna se le pone otro par.
Las posiciones deben ser las siguientes; el matador debe estar en la barrera y el matador mas antiguo debe situarse en el centro del ruedo al cuidado del banderillero que cita, y el más moderno a la salida del par, para cortar el viaje de la res. No presenta ninguna particularidad este tercio cuando se colocan banderillas de fuego, por eso han sido discutidas tanto. 
También dentro de los toros han habido taurinos en contra de las banderillas por considerarlas ineficaces y alegando que se descomponen los toros con las vueltas y capotazos.


Javier Comos (@duquecomos) 

sábado, 19 de octubre de 2013

Primer tercio o tercio de varas.

La finalidad de este tercio la disminución de facultades provocadas por las heridas causadas por la puya, el castigo no debe ser excesivo pero suficiente para que el toro temple su ímpetu y ahorme su cabeza, fijando la embestida, dejando de lado el cornear continuo y descompuesto.

En el siglo XVIII el picador que realizaba la suerte, la hacia a toro levantado.
El reglamento de 1917 recoge todavía la tradición más vieja, dice en su artículo nº 50: "Antes de la salida del toro se situarán dos picadores a la derecha de la puerta central, a cinco metros de esta, guardando una distancia de siete metros uno de otro, y colocándose en primer término, o sea más cerca del chiquero, el picador más moderno. Los sitios se señalarán en la valla con una línea de pintura blanca". 
Para esa fecha ya estaba desvirtuada la suerte de picar a toro levantado, propiciado principalmente por la alteración del orden de picar. En la primera mitad del siglo XIX es obligatorio por ley respetar el orden de antigüedad como así recogen los reglamentos más viejos. La suerte de picar a toro levantado viene entonces a convertirse en lance de derribar al toro al piquero, impérito e indefenso. Por esta causa se decidió que los picadores no salieran al ruedo hasta que el toro no estuviera fijado, así lo recoge el reglamento de 1930 en su artículo nº 65.
Esto ha llevado a que se capea al toro antes de la salida de los picadores, por eso algunos tratadistas consideran que la lidia se divide en cuatro períodos, en realidad este primero no es más que una separación del de varas. 
Otra característica que ha variado es el número de puyazos que ha de tomar el toro para considerarle apto para la suerte de banderillas sin sanción por su falta de bravura. Realmente el tercio de picar no deja de ser una retienta para comprobar la bravura del toro, por eso se dice que las tientas en las ganaderías son una simulación del tercio de varas. El encargado de dirigirla es el presidente, es de su competencia el cambio de suertes y hasta dirigir a los picadores si no cumplían su misión. primitivamente el número de puyazos quedaba arbitrado por el presidente, y en él recaía la decisión de echarle perros o ponerle banderillas de fuego al toro manso. 

El reglamento de 1923 disminuía la rigidez de reglamentos anteriores que eran demasiados excesivos en su castigo al toro. El actual reglamento conserva el número de puyazos, cuatro, pero sigue siendo el magistrado el que decide si abreviar y darle menos puyazos, por diferentes causas como flojera en los toros o por el tamaño de la puya actual.
Cabe añadir que no se permite capear a los toros mientras esta siendo picados, a menos que la autoridad lo permita por si la situación así lo exige, éste aspecto se recoge en el reglamento de 1880 en su artículo nº 61. 

Como se puede observar este tercio a evolucionado de forma tremenda hasta nuestros días, podemos decir que ahora llegan más al aficionado y es menos violento de lo que lo era antes, pero demasiadas veces se cae en el error de torear en exceso al toro en este tercio. 


Javier Comos (@duquecomos) 


miércoles, 9 de octubre de 2013

Sobre el artículo de Paco Mora

¡Qué fácil es enviar al matadero a una ganadería! Entonces, basándonos en esa teoría extremista y un tanto caótica, con ciertos aires de una rama del totalitarismo que causa terror en la gente, la gran mayoría, por no decir todas, se irian al matadero. Más rigor periodístico y menos hipocresía es lo que hace falta. Ni se me pasa por la cabeza defender a los adolfos del domingo, simplemente porque tambien es hipocresía, pero tampoco se me pasa por la cabeza perdonar a los juampedros de sevilla, porque estamos en las mismas. Ni toristas ni toreristas por favor, ambas perjudican a la fiesta.
Espero que se entienda esta entrada como una crítica general y no solo al señor Paco Mora, que también. Ni todo lo de todos los encastes es perfecto ni todos los domecq son diabólicos, y viceversa.

Javier Comos (@duquecomos) 

sábado, 5 de octubre de 2013

El toreo emocionó y conmocionó

El toreo emocionó y conmocionó. Ayer se vivió en Las Ventas una tarde de ensueño 
y fantasía. Dos toreros, un novillero hacían el paseíllo. Ritter el novillero que 
tomaba la alternativa como matador de toros demostró lo que ya se dijo en su 
momento, tiene buenas formas pero está verde, muy verde. Aún así el acto 
ceremonial de su alternativa fue emotivo, bonito, con un largo discurso de El 
Cid, su padrino. Una vez pasado el trámite, saltaron a la luz las siderales 
carencias de éste torero, primero perdió la cara al toro, propiciándole el primer 
susto de la tarde y segundo al toro se le debería de haber exprimido más, fruto 
de la inexperiencia, pero confiemos, en que, como aseguran los expertos en esto 
Colombia tenga un torero de futuro. En el segundo de su lote, lidiado en sexto 
lugar, un burraquito con "unas velas" que solo de verlas ya te hacían dar un paso 
para atrás, pero nada, pura fachada, manseo puro y descaste en estado de gracia. 
Imposible. Ritter alargó la faena demasiado, con un halo de esperanza en que 
diera un pase bien dado, pero acabó frustrado.

Pasemos a hablar del protagonista de Otoño, Fandiño, ese gladiador con muleta y 
espada. Magistral, eufórico, levantó al público con un inicio de faena de libro, 
para el recuerdo. Dos estatuarios y remates por bajo firmó para que las gargantas 
desgarradas de los aficionados gritaran con sumo gusto "OLÉ" a cada pase que 
daba. Se sucedieron varias tandas de mano muy baja y con una profundidad elitista 
propia de su toreo verdadero. La tarde estaba rota, estaba claro que iba a tocar 
pelo. Se armó la muleta en la mano izquierda y de nuevo emocionó con su toreo. 
Cerró la faena con una estocada que aunque no fue a parar en el sitio justo, 
demostró la eterna entrega de éste torero al toreo actual. El toro cayó y los 
aficionados se levantaron como resortes endiablados con un pañuelo en la mano 
clamando la oreja. Fandiño ya es figura. Consguió que un sector de la plaza no 
estuviera de acuerdo, enhorabuena torero. En el segundo de su lote no tuvo la 
suerte de su bando, el toro no quiso ni embestir ni trasmitir, adiós a la puerta 
grande, bien Fandiño abreviando. 

Me he dejado a El Cid para el último lugar, por las emociones vividas, porque 
ayer volvió a Las Ventas el torero de antaño, el añorado. Lidió al primero de su 
lote en segundo lugar, sin decirnos nada, muchos ya pensábamos que sería una 
tarde más la que le veríamos taciturno, con mas sombras que luces. Me equivoqué, 
nos equivocamos, ¡bendita equivocación! Llegó el cuarto de la tarde, Fandiño le 
hizo el quite que le correspondía, El Cid raudo acudió a los medios para hacer 
una réplica, pausada, a la verónica, templadita, y rematada con una media para 
deleite del aficionado. El público aquí estaba ya en un punto de entrega absoluta 
a lo que ocurría en el ruedo. ¡Qué bonito ver a Madrid así! El Cid resurgió de 
sus cenizas cuando cogió la muleta y empezó la faena con unos naturales que 
sentaron cátedra, que hicieron emocionarse al público, ya levantado y casi casi 
llorando, viviendo, disfrutando de la resurrección de un grande. Le sucedieron 
varias tandas igual de magistrales, igual de vibrantes, ya se hablaba de las dos 
orejas, porque el torero había abandonado su cuerpo para torear con el alma. Pero 
otra vez, los aceros le jugaron una mala pasada, se esfumaron las dos orejas, una 
pena pero el público estaba feliz por lo que habian visto,en cambio, El Cid, 
desolado, desorientado, destrozado, con la mirada perdida en el horizonte y los 
ojos vidriosos. Había perdido los trofeos de una faena que le había hecho 
sentirse en torero. Su imagen desde el televisor era desgarradora, pero, ésto es 
el toreo, gloria y tragedia.  


Javier Comos (@duquecomos)